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Los musulmanes llegaron a Pamplona en el año 716 tras una rápida conquista peninsular, y en el 732 estableció Abderramán I en Pamplona su cuartel general antes de marchar a Poitiers donde sería derrotado.
Al principio se trató de una ocupación pacífica gracias a un sistema de pactos y tributos (el amán). Muy pronto se iniciaría la reconquista sucediéndose las guerras y expediciones de castigo, aunque alternándose períodos de alianzas, convivencia y hasta lazos de sangre.
La historia con mayúsculas nos cuenta que en el año 778 Carlomagno volvía de Zaragoza (Saraqusta) donde el valí Huseyn le había dado calabazas y cerrado las puertas de la ciudad. Así que como desahogo arrasó Pamplona (según la Crónica del Príncipe de Viana “para que los moros non se podiesen otra vez con eilla alzar”), pero al marcharse por Roncesvalles sufrió su más humillante derrota, seguramente a manos de un ejército combinado de tropas vasconas y musulmanas
Anillo con inscripciones cúficas hallado en el Condestable. Foto del Proyecto Mauranus.
En el siglo IX los caudillos locales se aliaron con los Banu-Qasi para rebelarse contra el Califato de Córdoba, proclamando a Íñigo Arista como primer monarca del Reino de Pamplona, que así se llamará hasta que en 1164 se denomine Reino de Navarra. Sucesivas operaciones de castigo musulmanas llegarán hasta Pamplona, Abd-alRahman II (843), Abd-al-Rahman III (924), o Almanzor (999), aunque el dominio cristiano ya será permanente.
Las excavaciones en la Plaza del Castillo sacaron a la luz más de 200 enterramientos conforme al rito islámico (hacia la Meca, sin ajuar y directamente sobre la tierra) y una interesante prueba de cohabitación nos la aporta el anillo con inscripciones cúficas (escritura arábiga) encontrado en un enterramiento de la necrópolis del Condestable (siglos VI a IX) que sigue el ritual cristiano.
MOROS Y CRISTIANOS. MUCHO MÁS REVUELTOS DE LO QUE SE CREE.
Las alianzas y enlaces matrimoniales entre las monarquías navarras cristianas y los califatos musulmanes fueron habituales y alcanzan incluso a los caudillos más conocidos y de evocadores nombres: el moro Muza, Abderramán y Almanzor.
Estas relaciones se inician en paralelo a la creación del reino pamplonés cuando la madre de Iñigo Arista se casó en segundas nupcias con Musa Ibn Fortún dando a luz a Musá II, popularmente el moro Muza, el más famoso de la saga de los Banu Qasi (hijos de Casio), descendientes del noble visigodo Casio quien se convirtió al Islam a cambio de conservar sus dominios.
Musá II era hermanastro de Iñigo Arista y además se casó con su hija Assona-, mientras que el primogénito del Arista, el Rey García Íñiguez, lo hizo (año 858) con Oria, hija de Musá II, un personaje que tejió y destejió alianzas con el reino astur, el de Pamplona, los francos y el califato Omeya, guerreando o pactando en todos los frentes según le convino hasta independizarse del Emirato de Córdoba con el titulo de Tercer Rey de España, nada descabellado pues dominaba la marca superior de Al Andalus.
El rey Fortún Garcés continúa la saga entrecruzada, pactando el enlace de su hija Oneca Fortúnez (nacida hacia 847), con Abd Allah (hijo del emir Mohamed I y de una vascona llamada Ushar) que será el séptimo emir de Córdoba. Con Oneca tuvo a Muhammad, quien tomó como esposa a otra vascona, en las crónicas llamada Muzayna (Lluvia) con la que engendró a Abderramán III. Se trata del futuro sucesor, el califa Abderramán III, quien siendo nieto de Oneca y biznieto del rey Fortún Garcés no mostró mucho apego a sus raíces ya que en el 920 derrotó al rey Sancho Garcés I en Valdejunquera, penetró en Navarra saqueando y arrasando lo que halló a su paso y llegó hasta Pamplona, donde derribó la catedral. Abderramán III se casó con la vascona Maryam (de momento van tres), cuyo hijo fue el califa Al-Hakán II.
Para complicar más las relaciones -esto parece Falcon Crest o Dinastía- Oneca Fortúnez volvió a Navarra con 33 años y se casó con su primo Aznar Sánchez de Larraún, de cuya unión nació Toda Aznar que será reina de Pamplona al casarse con Sancho Garcés I. La reina Toda fue por derecho propio el personaje más poderoso de su época tras enviudar en el año 925 y hacerse cargo del Reino cuando el heredero -el rey García Sánchez I- tenía seis años de edad. Firmó un tratado de no agresión con Abderramán III (su sobrino carnal) en el 934. Y muy conocido es el viaje que la reina Toda realizó con ochenta años a Córdoba para rendir vasallaje a Abderramán III y en especial para que el famoso médico judío Hasday Ben Hasprut curase la obesidad de su nieto Sancho, quien debido a su gordura había sido apartado del reino de León por su primo Orduño IV. No sólo volvió delgado sino que el califa puso a su disposición un ejército, gracias al cual repuso a Sancho I el Craso como rey de León.
Retomamos al califa Al-Hakán, cuya concubina era la vascona Subh (Aurora), que engendró a sus dos únicos varones, Abd Al-Rahman e Hixam, pasando de esclava a convertirse en princesa grande (Sayyida al-qubra) y más tarde sultana madre (Sayyida al-walida). En el año 976 su hijo Hixam II se convirtió en tercer califa omeya de Córdoba a la edad de once años, pero Amir Muhammad Ibn Abi, (al-Mansur o el Victorioso, popularmente Almanzor), asumió la jefatura militar y el gobierno durante casi veinte años, sembrando el terror en los territorios cristianos, contabilizándose hasta 59 expediciones militares.
Almanzor tuvo dos hijos, Abd al-Malik y Abderramán, éste último -¡otra vez!- se casó con una concubina cristiana, nada menos que la hija del rey de Navarra, Abda Sánchez -apodada la Vascona-, literalmente entregada como rehén para apaciguar a Almanzor, y con Abderramán tuvo un hijo apodado «Sanchuelo”, debido al gran parecido con su abuelo el rey Sancho Garcés II, quien por cierto visitó a su nieto cuando viajó a Córdoba en 992 para pactar con Almanzor. Éste muere en el año 1002 tras ser herido en Catalañazor, y en el año 1008 Abderramán (Ibn Sanchul en las fuentes árabes), el nieto musulmán del rey navarro, se convirtió en caudillo del califato cordobés, aunque poco le duró pues fue asesinado al año siguiente.
En resumen, el titular no puede resultar más llamativo: desde el bisabuelo hasta el nieto de Abderramán III todas las los emires y califas de Al Ándalus tuvieron madres vasconas. Mujeres que eran entregadas como mercancía y formaban parte de pactos matrimoniales (incluidas dos princesas e hijas de reyes: Onneca y Abda Sanchez), también eran tomadas como rehenes para evitar represalias e incluso eran secuestradas en algún caso. Cómo vivieron allí, si se adaptaron o si añoraron su tierra es algo que desconocemos, podemos imaginar una cosa y su contraria, que vivían aterrorizadas entre infieles o bien que en el siglo IX la comparación entre Córdoba y Navarra era abismal y que pudieron incluso disfrutar del refinamiento, el arte, el clima, la higiene y las comodidades de la corte cordobesa.
¡Interesante verdad! ¿y a ti?, te llama la atención el islam y su libro sagrado del Corán? Personalmente, creo que tenemos una idea muy equivocada y negativa sin saber nada apenas. A mi personalmente me gustaría estudiarlo.
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